Todos los días me digo a mi misma que estar en una burbuja
en mi zona de confort no es la solución que como dice esa gran canción que por
suerte entro a mi vida “la vida es bonita,
aunque duela”. Pero el miedo al dolor puede convertirnos en las personas más
cobardes de este mundo, me está convirtiendo en la persona más cobarde que
conozco.
¿Dónde quedo esa chica extrovertida que confiaba en la gente
sin miedo a nada? ¿Qué resurgía de sus cenizas una y otra vez? ¿Dónde quedaron
mi llama, mis cenizas? Vivo el día a día avanzando y retrocediendo, saliendo y
volviendo a mi lugar seguro: a mi soledad.
Mejor sola que mal acompañada me digo. ¿Pero de verdad
quiero estar sola? Una parte de mi quiere tirarse por todos esos puentes que
están apareciendo en el camino, pero al final me quedo mirando al vacío,
retrocedo unos pasos y sigo por el camino seguro.
Nunca segura, siempre dudando si debí tirarme, si debí
confiar en que no pasaría nada por probar un poco de esa adrenalina. Pero no me
tiro. Solo me asomo, cada día un poco más pero nunca lo suficiente. ¿Cuánto tiempo
necesito para saltar sin pensar por esos puentes? ¿Tanto miedo a la caída tengo
que me quedo bloqueada sin saber qué hacer? ¿Dejando que esos pensamientos me
consuman?
Cada día es un nuevo dilema, cada día es una sorpresa nueva
con tanto contradictorio sentimiento que al final vivir no me deja. Supongo que
me seguiré asomando a esos abismos hasta que un día tengo la fuerza de no
pensar y lanzarme, si es que esos abismos siguen ahí.
Espero llegar a tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario