22 de septiembre de 2017

A veces volver a los inicios es la solución para regenerarse por fuera y por dentro. Que dificil es mirar una hoja en blanco, sentir como revolotean y gritan sentimientos dentro de mi  cabeza pero que falten palabras para plasmar. Volver nunca es fácil, siempre tiene su complejidad pero habrá que intentarlo.

En verdad las vidas fáciles solo existen en pantallas hipócritas que nos hacen vivir en una vida que realmente no es la nuestra. Pero que no sea fácil no significa que no tenga cosas que valgan la pena, probablemente haya más de las que seamos capaces de ver por culpa de esas gafas enormes y negras que nos tapan los ojos.

No digo que no debamos saborear los sentimientos negativos, realmente creo que hay que sentirlos para seguir adelante, pero siempre que los dejemos a un lado tarde o temprano. Últimamente mis gafas negras son demasiado opacas y demasiado grandes, pero aun con todo todavía veo cosas.

Veo personas. Te veo a ti. ¿Qué decir que no sepas? He pasado de expresar mejor con abrazos y besos que con mis palabras. Muchas veces me faltan las palabras, pero jamás te faltará ni mi amor ni mi cariño. Se que no estoy siendo fácil y pretendo cambiar eso, pero al menos mientras tanto seguire esforzandome por hacerte la persona mas feliz del mundo.

8 de septiembre de 2017

Máscaras ante un espejo

Mirar la hoja en blanco y no saber qué decir, que expresar. Qué pena, echo de menos poder escribir en un papel como en el pasado. La hoja era mi lienzo, mi paracaídas, mi hogar… ahora no sabría decir qué es. No sé si por falta de tiempo, falta de motivación, miedo a lo que puedo necesitar expresar pero al final no lo hago o lo hago cada vez menos hasta el punto de que duele. Duele no expresarlo. Duele mirar la hoja y sentir bloqueo en el cuerpo. Duele escribir y no sentirme reflejada en lo que plasmo. Duele no tener esos momentos de expresión repentina, releer lo que había hecho y sentirme orgullosa. 

¿Hace cuánto no me siento orgullosa de lo que escribo? ¿Dónde quedaron mis metáforas? ¿Dónde quedaron mis horas frente a mi querido blog? Sí, mi blog. Mi rincón, mi hogar estuviera donde estuviera. No hacía preguntas, no cuestionaba, no tenía prisa ni mentía. Solo escuchaba, escuchaba horas y horas sin poner pegas. Cuando lo pienso me digo a mi misma que no pasa nada, que la falta de tiempo es la culpable, que seguramente vuelva a retomarlo un día. Llevo más de dos años mintiéndome a mí misma frente al espejo. Llevo más de dos años repitiendo la misma canción de que lo recuperare. Pero me sigo mintiendo y poniendo excusas sacadas del baúl de los recuerdos, sigo haciéndolo día tras día y no logro cambiar nada. No estoy acostumbrada a decir las cosas que me pasan, es más fácil y cómodo guardarlo todo hasta que un día explotas.

Jamás había sentido ese frío intenso dentro de mí. Jamás había sentido esa necesidad imperiosa de huir de las cosas. Jamás huía de mi misma, ni de mis palabras ni de mis sentimientos… podía huir del mundo pero no de mí. Y ahora huyo a cada instante, escondo las sombras bajo la cama porque no quiero sentir que me miran. Y salen. Siempre salen. Nunca se van definitivamente. Nunca pedí que se fueran. Pero siempre las miraba a los ojos y escribía. Escribía hasta que la última lágrima había sido derramada, y entonces cuando levantaba la mirada del papel ya no había sombras… al menos por un tiempo. ¿Qué se supone que hago ahora? ¿Qué se supone que hago ahora  si tengo más miedo a mis palabras que a mis sombras? Parece que hace tiempo ganaron la batalla, parece que hace tiempo les deje ganar la batalla. Hoy parece que no. Hoy volví a mirarlas. Eran más fuertes de lo normal. Pero las mire. Las mire hasta que se me saltaron las lágrimas mientras tecleaba aquello que tanto miedo me produce. Es una batalla pequeña, muy pequeña… Pero quién sabe si será la primera batalla de muchas.