19 de enero de 2019

Bloqueas la pantalla


Vivimos por y para la apariencia externa. Compramos, escuchamos pintamos o escribimos para compartir. Yo la primera, pero cada día más cansada. Vivimos por y para fingir alegría que ni sentimos. ¿Y si no quiero estar hoy contenta?

¿Desde cuándo estar triste más de un día ya implica que debes animarte? ¿Desde cuándo nos hemos hecho expertos en opinar sobre la vida y los sentimientos de los demás? ¿Quién soy yo para valorar tus sentimientos? ¿Quién eres tú para valorar los míos?

Preguntar a alguien ¿Qué tal estás? es lo más sencillo, quedarte a escuchar la respuesta no lo es tanto. Implica tiempo, paciencia, empatía… cosas que muchos decimos tener, pero no siempre existen.
Más y más sentimientos de plástico, de usar y tirar. Mas sonrisas pintadas con la rapidez que nos caracteriza a esta sociedad. Más preguntas copiadas y pegadas, a golpe de dedo. Frases sacadas de Google. Fotos sacadas de Google. Interés sacado de Google. Un interés interesado, que se guarda como todo lo que compramos y no usamos. Interés que ya no está, como todo aquello que hemos destruido gracias a esta vida consumista.

Interés de dos veces al año con los fuegos artificiales y con las luces de Navidad, de un día al año porque Facebook te lo ha recordado que me hice más viejo, de un comentario una tarde en esa foto que te pareció bonita, de un dibujo que te recuerda a alguien… y hasta el año siguiente.

Pasan los meses y te das cuenta de la de veces que has caído en ese juego de Internet, de errores que por vergüenza años después no sabes cómo arreglar. De frases que nunca se cumplen, que nunca llegué a cumplir, que nunca llegaste a cumplir, que nunca llegamos a cumplir. De mensajes que no llegan si no los envías tú primero, de llamadas que marcas tú primero, de pasos que te cansas de dar tu primero.

Bloqueas la pantalla, las fotos, los comentarios, los mensajes no están. Solo hay sentimientos revoloteando recordándote que cuando apagas el móvil solo estas tú. Que casi nunca hay interés verdadero, que las lágrimas las seca tu almohada cada noche y que cada mañana el espejo te recuerda que te sientes sola.

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