Qué fácil es decirle a alguien que no debe sentirse menos,
que fácil es pedir que cambies tus pensamientos de culpabilidad, que fácil es
pedir sonrisas. Qué fácil es todo eso cuando no eres tú la persona que se
siente de mil maneras, y ninguna bonita. Que sencillo es intentar arreglar un
problema, que tú no has causado y que por mucho que te esfuerces no depende de
ti que se arregle.
Muchas veces ocultamos esos sentimientos que creemos que la
gente no va a entender, no deberíamos ya que es como un bomba que un día
acabara explotando. No me gusta ocultar como me siento, no suelo hacerlo… no
suelo saber hacerlo. Pero en algunas ocasiones es la mejor solución cuando no
logras expresar como te gustaría y por consecuencia sientes que no se
comprenden unos sentimientos o un problema que tienes con la percepción de ti
misma o de todo aquello que haces.
No busco todas las respuestas a mis
sentimientos ni una solución para que desaparezcan mis sombras, a veces
simplemente paciencia y un abrazo. Pero puede que sea difícil ponerse en la
piel de alguien que te importa y comprender que es incapaz de verse a sí misma
como tú la ves, que no puede evitar sentir ese halo de culpabilidad por lo que
sale mal y que aunque no se vea daría millones por cambiar esa manera de verse
a sí misma y a todo lo relacionado con ella.
A veces simplemente buscamos un
ojo crítico que sepa ver cuando esas malas formas o esa discusión, en el fondo
son una respuesta ante el miedo de estar haciéndolo mal o no ser lo que aquel
que le importa espera.